Alcázar de Segovia

Junto con el Acueducto de la ciudad, el Alcázar es uno de los monumentos más emblemáticos de Segovia. Su imagen ha dado la vuelta al mundo, convirtiéndose en uno de los iconos de las fortalezas medievales.

Alcázar de Segovia

El alcázar de Segovia es uno de los monumentos más atractivos de la ciudad. Cuenta con visitas guiadas para visitar su interior.

La historia del Alcázar de Segovia

El Acueducto es el símbolo de Segovia, el Alcázar es su imagen, el monumento que la define y que por su extensión ha definido a Castilla y a España entera.

El Alcázar se cita con este nombre ya en los documentos del siglo XII. Por entonces debía de ser una sencilla torre provista de una muralla y defendida por un foso. Sus excepcionales condiciones para la defensa, así como el auge de la ciudad, y la predilección de la casa de Trastamara por Segovia, le dieron su carácter de sede regia e hicieron de él un palacio oriental.

De Alfonso X el Sabio queda la hermosa leyenda del rayo que Dios envió para castigar la soberbia del rey que se creía más inteligente que su Salvador. Y también los restos de estilo protogótico. Estos, junto con las ventanas y capiteles románicos, descubiertos a raíz del incendio de 1862, son los más antiguos, hoy por hoy, visibles en el Alcázar.

Con la casa de Trastamara el Alcázar se convirtió en un palacio de magnificencia oriental. Catalina de Lancaster ordena labrar la sala de la Galera, decorada con dorada techumbre. Juan II levanta la espléndida torre provista de altos garitones, que ha sido modelo para tantas construcciones militares, y convierte la fortaleza en un centro de cultura donde la música y la poesía son señoras absolutas.

Enrique IV, el que tanto amara a Segovia, decora en 1452, siendo todavía príncipe, las Salas de las Piñas y poco después la del Solio, la de los Reyes y la del Cordón.

Pero la época de Enrique IV fue turbulenta y caótica. Al acabar con este estado de cosas vino Isabel la Católica, que tanto debe a Segovia, y a quien tan mal correspondió. El día 13 de diciembre de 1474 salía del Alcázar el cortejo que conducía a la princesa Isabel a la Plaza Mayor para ser coronada reina de Castilla.

Carlos Y no sintió atracción por la fortaleza, por el contrario Felipe lila renovó y restauró profundamente. El ordenó cubrirla con pizarra, alcanzando el exótico y pintoresco aspecto con que nos es dado contemplarla. También sustituyó el patio gótico por el actual herreriano y, aunque restauró las techumbres árabes, el Alcázar tomó un aspecto más gris y serio. La seriedad y la melancolía se adueñaron de aquellas estancias donde ya no resuena la música cortesana sino el lamento del prisionero.

Carlos III decide instalar un Colegio de Artillería. El día 16 de mayo de 1764 se pronuncia la lección inaugural. Durante unos años el Alcázar recobrará, gracias a la presencia de los jóvenes cadetes, la alegría de otros tiempos. Pero aquella quedará truncada de una forma brutal en el aciago día 6 de marzo de 1862, cuando un incendio, ayudado por el viento huracanado, consumió el edificio. Segovia había perdido su imagen.

Sin embargo, aun antes de que las llamas se extinguiesen, la ciudad había tomado conciencia de que era necesaria su reconstrucción. España y Segovia no estaban en su mejor momento y aquella no tendría lugar hasta veinte años después, de acuerdo con el proyecto de los señores Bermejo y Ordiozola. El Alcázar renacía de sus cenizas para volver a asumir la imagen de la ciudad.

Leyenda del Alcázar de Segovia: La sala del cordón

Hacia el año 1262 se encontraba en Segovia D. AlfonsoX, cuando ocurrió en el Alcázar el hundimiento de una parte del edificio, hecho que en sí no tiene nada de extraordinario, la tradición no tardó en explicarlo con un castigo providencial impuesto por el Supremo Hacedor al sabio monarca castellano.

Murmurábase públicamente que el Rey había dicho que si Dios le hubiera consultado habría hecho el mundo de otro modo, y según cuentan antiguas crónicas, un religioso franciscano, varón de santa vida, que residía en la casa que su Orden tenía en la ciudad, sabedor del desacato que al X Alfonso se atribuía, se encaminó resueltamente a la regia morada y presentándose al soberano, le suplicó humildemente que hiciera penitencia para aplacar la cólera divina.

El monarca despidió al fraile muy enojado por su atrevimiento; pero no tardó en desencadenarse una tempestad tan terrible, que no se recordaba otra tan pavorosa; el agua caía a torrentes y los truenos y relámpagos eran tan espantosos que infundían temor a los más resueltos.

Hallábanse los Reyes en una de las salas del Alcázar, cuando un rayo hendió las bóvedas y paredes, quemó el tocador de la reina y otros muebles que había en la estancia dejando aterrados a los soberanos, que salieron ilesos milagrosamente, si se ha de creer a los que acerca de esto escribieron, D. Alfonso X, atemorizado, envió inmediatamente a buscar al virtuoso franciscano que hacía poco se había presentado y confesó con él su culpa, arrepintiéndose de todas veras de escándalo que su blasfemia había producido, con lo cual menguó la tempestad, no tardando en desaparecer por completo.

Quedó en la sala la indeleble señal que dejó a su paso la chispa eléctrica, y en recuerdo de este suceso, se puso por devoción, alrededor de la bóveda de aquella estancia, el cordón de la orden de San Francisco, donde permaneció durante largos años, llamándose desde entonces la mencionada habitación, Sala del Cordón y con este nombre se ha conocido hasta la actualidad.